Hay que leer a los premios Nobel, señores. Hay que leerlos, siempre.
Hay que leerlos porque reciben ese galardón por algún motivo, ya sea por su prosa o por su contenido. Algo tienen cuando se les distingue.
Y en el caso de Modiano el reconocimiento, sin duda, viene por su forma de contar sin contar, de empezar de golpe e ir hilando poco a poco, contando historias dentro de la historia.
En Calle de tiendas oscuras nos introduce el autor en el frágil mundo de la memoria: Guy Roland es un hombre que ha olvidado todo; no tiene pasado, ni nombre, ni estado civil. Tras cerrar la agencia de detectives para la que trabaja decide descubrir quién es, encontrar su identidad perdida.
Un laberinto de pistas, fotos, recuerdos y personas forman esta curiosa novela negra, que te llevan por una historia trazada por caminos extraños. Vericuetos que debes recorrer despacio, decidiendo tú, como lector, que te está contando Patrick.
Se lee intrigado, con la incertidumbre de que va a pasar, sí, pero también de si te van a contar lo que pasa. Vas construyendo en tu cabeza tu propia historia, tomando los datos prestados, y extrapolas lo leído a tu vivencia personal, comprendiendo la importancia de nuestra memoria y la enorme pérdida que supone para los que poco a poco la dejan de poseer.
Una narración perfecta, de estilo propio, sobresaliente me atrevería a decir, que consigue generar el punto perfecto de ansiedad para querer continuar leyendo, pero de manera relajada, absorbiendo lo leído.
Es curioso que el autor, queriéndonos contar una historia de olvido y memoria, no solamente consiga generar una fábula escondida tras la novela negra, sino que te muestra un Paris rebosante de gentes y lugares preciosos, de sentimientos, de estados de ánimo, de huidas de una guerra.
Tiene un Nobel, sí, por eso hay que leer a Patrick Modiano.