Nadie duda de que Arturo Pérez Reverte es un autor con un dominio excelente del lenguaje. Nadie duda que su técnica literaria es sobresaliente. Nadie duda eso, o por lo menos yo, no lo dudo. 


Me enfrenté a este tango un poco desanimada, no me acaba de convencer Reverte, y me encontré con una primera parte, yo divido está novela en tres, deliciosa.
El tango de la guardia vieja comienza como una historia de atracción entre Max, un bailarín mundano de cruceros, y Mencha, una joven dama de la alta sociedad española. Es el comienzo del libro el encuentro entre ambos, encuentro en el crucero y encuentro en Sorrento casi 40 años después… La vida les cruza tres veces, y con maestría Pérez Reverte nos narra paralelamente las tres historias: Buenos aires, Niza, Sorrento. Una narración llena de saltos en el tiempo, Flashback que dicen ahora, que el autor consigue encajar rozando la perfección.
Esa primera primera parte, os decía, queridos lectores, para mi es lo mejor, largas descripciones de las escenas, de los tangos, de los personajes, de su vestuario… A partir de este encuentro, llegamos a una segunda parte en la que Reverte nos lleva del tango al ajedrez, pasando por de puntillas por la guerra. Y ahí la maestría se convierte en abuso… Casi te enfrentas a diferentes manuales, uno de tango, otro de moda española y el tercero de ajedrez. El autor está bien documentado, que duda cabe, pero llegas a preguntarte si es necesario que te muestre todo lo que sabe, haciendo que la historia se torne aburrida… Utiliza, además, Pérez Reverte un estilo casi del siglo pasado, tan cargado de florituras  y recursos prefabricados que acaba sonando repetitivo. Todo esto unido a una tercera parte para mi gusto muy precipitada y carente de sentido hace que a este libro, que podría ser muy bueno, le sobren 200 páginas y alguna historia secundaria.
Pese a eso, vale la pena leer la descripción del primer tango que Max y Mecha bailan juntos, porque ahí sí, le sobra maestría a D. Arturo.
FRAGMENTO EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA. 
“Inició Max el movimiento inclinándose hacia un lado, respondió la mujer con perfecta naturalidad y empezaron sus evoluciones entre las parejas que se movían por la pista. En dos ocasiones miró él, brevemente, el collar que ella llevaba al cuello.
—¿Se atreve a girar aquí? —susurró Max un momento después, previendo unos acordes que facilitarían el movimiento.
La mirada de ella, silenciosa, duró un par de segundos.
—Claro.
Retiró él su mano de la espalda, parándose en la pista, y giró su pareja dos veces en torno, en direcciones opuestas, adornando la inmovilidad del hombre con mucha gracia. Volvieron a encontrarse en sincronización perfecta, la mano de él otra vez en la curva suave de la cintura, como si hubieran ensayado aquello media docena de veces. Ella tenía una sonrisa en los labios y Max asintió, satisfecho.”


Citas Tango De La Guardia Vieja

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