Barbastro es una pequeña ciudad, digo ciudad para que no se me enfaden aquellos que me leen, yo siempre le llamo "mi pueblo", de los Pirineos. Los que conocen Aragón sabrán que tenemos en esta zona tanta belleza como aislamiento... Como canta nuestro cuento popular "corre por Montes y Valles" lo que hace que acercarse hasta aquí no sea cuestión de coger el coche y tirar millas de autovía.
¿Por qué cuento esto? Porque a mí me sorprende mucho la apertura cultural barbastrense. Siempre esperas que la Cultura tenga un acceso rápido a las zonas mejor comunicadas, como si la "cultura" viajase en autobús. No le debe gustar a la Cultura viajar en autobús, puesto que mi pueblo, con esos accesos raros y sin un mal tren tiene una vida cultural abrumadora. 
Y hoy, nuevamente, lo hemos vuelto a hacer. Lo hemos hecho los muchos que nos hemos acercado a oír a Ana, Alberto y Daniel; lo ha hecho Ana, dejándonos con la boca abierta y una sonrisa en la boca ante su fluidez narrativa que nos ha sumergido dentro de su cuento; lo han hecho Daniel y Alberto recuperando las gregerías en este precioso libro, y lo ha hecho la librería Ibor, que creó esta espacio fabuloso donde literatura y arte se abrazan. Barbastro siempre me demuestra que quien quiere cultura la tiene. 
Una presentación inolvidable.